A mi
querido hermano Pepe Nieto.
Años
y meses pasaron desde entonces. No hubo despedida, pues fue un día más, solo perduró
el recuerdo de la madrugada sombría y triste. Él, ahora, persiste en mis
esencias; en los espacios huecos que dejaron su vitalidad y llenaron mis
pensamientos, mis tristezas, mis alegrías, mis quereres… La oquedad quedó atrás
para colmarme con sus anhelos y convertirme en senderos cargados de luz
(aquella misma luz que él me insufló mientras no fue sombra).
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